Sólo el estudio, la investigación, el diálogo y la reflexión sobre la vida del hombre en todas sus dimensiones nos acerca a la verdad.

domingo, 7 de octubre de 2007

APROXIMACIÓN AL HOY DEL TRABAJADOR SOCIAL

APROXIMACIÓN AL HOY DEL TRABAJADOR SOCIAL

Elaborado por Jairo José castañeda Gutiérrez
Correo Electrónico laluzdelposte@gmail.com

Las circunstancias históricas y culturales, fundamentalmente las necesidades económicas y sociales han determinado, en última instancia, la existencia del Trabajo Social como profesión y del Trabajador Social como individuo y ser histórico cultural.

Ninguna labor humana se da por sí misma. Sino como una forma de mediación y de vinculación activa, transformadora del hombre con el medio ambiente natural, con su sí mismo, con los demás, elaborando los instrumentos de trabajo material, intelectual, político necesarios y construyendo el conjunto de relaciones sociales alrededor de las cuales desarrollará las diferentes formas de actividad sean económico productiva, cognoscitiva, política, moral, estética, espiritual, que han de identificar y expresar las características de la época o período histórico en la que se encuentra,

De esta forma, lo que ha caracterizado al ser humano es el movimiento social, en última instancia, la búsqueda de niveles de desarrollo humano que le permitan avanzar de una manera más profunda y racional en el conocimiento de la realidad (todo lo que existe, incluyendo al hombre como parte integral y determinante), que implica ir llegando a la consciencia de las características y necesidades de ella en cada momento histórico.

Como el desarrollo de las actividades humanas, en gran medida se ha dado de forma espontánea, los productos alcanzados a través de ellas, le han marcado la pauta al ser humano, por lo menos hasta hoy, dejándose dominar por ellos. Esto se ha dado alrededor de la dependencia espiritual casi absoluta de los bienes materiales y de la propiedad privada, sin prever las consecuencias ideológicas, políticas y sociales que su predominio ha traído en la capacidad de pensamiento, de conocimiento, en el sistema de vida del hombre.

De tal manera que en la medida en que esas acciones humanas han avanzado hacia otras expresiones o características de vida, así también el hombre ha trascendido hacia una preparación personal más profunda, pero sin ser capaz de desligarse de dicha influencia. Al contrario ha sido más marcada, al punto que se puede afirmar que la gran mayoría de sus sentimientos, pensamientos, palabras y acciones concretas están preñadas de su dependencia hacia lo material y a los apetitos individuales determinados por la búsqueda de la propiedad privada.

Toda sociedad basada en la propiedad privada es excluyente, y la nuestra es una de ellas, dado que en ella prevalece el capitalismo. Sistema que día a día lanza a la inseguridad económica, social, intelectual y espiritual a la mayor parte de la población. Por algo la informalidad laboral cada vez es más fuerte, llegando a revivir formas de trabajo superadas históricamente por el desarrollo social del hombre (manufactura doméstica, trabajo a destajo), pero que son utilizadas por el capitalista, en tanto le significan mayores ganancias y menos responsabilidades sociales para con sus trabajadores. Proceso este regulado por el estado a través del marco legal e institucional que facilita esas prácticas.

La existencia de la propiedad privada, en su máxima expresión alcanzada en el momento actual del capitalismo, bajo la globalización neoliberal, condena cada vez más a que la gente no tenga ni donde recostar la cabeza. Pues hasta lo más indispensable (alimento, vivienda, vestido, salud, educación, recreación, la reproducción de la especie) se ha convertido en mercancía, de tal manera, que el lema del país de propietarios, se convierte en un sofisma de distracción detrás del cuál se esconde la verdadera realidad actual: ni a lo más elemental e indispensable se tiene completo acceso, a pesar de que según el marco legal nacional y mundial sean constituyentes de la dignidad humana.

Desde este punto de vista nuestra sociedad está enferma. El síndrome de la búsqueda de la propiedad a como de lugar, de la expropiación del otro, es lo fundamental que la orienta. Lo cuál no respeta estrato social, ideología, religión, posición política, niveles culturales, procedencia étnica, género, etc. O sea, toda la sociedad debe ser objeto de Trabajo Social. De transformación cognoscitiva, valorativa y volitiva. No solamente los sectores más vulnerables. Sino toda la población, en todas las dimensiones de su existencia. No para buscar la uniformidad o la igualdad absoluta, sino la comprensión de la necesidad de que cada persona, desde sus condiciones individuales, se involucre activamente, participe de manera consciente en las diferentes actividades de la vida social de las comunidades específicas de las que hace parte y en la sociedad en general, independientemente de las condiciones en que se viva.

Los espacios de participación social para la mayoría de los seres humanos en sociedades excluyentes como la nuestra, no se otorgan. Se construyen a partir de los mínimos conocimientos, elementos ideológicos y políticos que las personas van haciendo alrededor de sus búsquedas, que al interactuar entre sí, las elaboraciones individuales se van convirtiendo en construcciones colectivas, que marcan y se expresan para siempre en cada quien constituyendo su identidad.

Los sectores agredidos por la injusticia social no podrán obtener nada sino es por camino de la solidaridad desde sí mismos. Entendida esta como el desarrollo de las mínimas condiciones de conciencia individual y colectiva, que les permitan incidir sobre su propio destino. El no alcanzar este estado, ha de facilitar las condiciones para el diseño, promoción e implementación de políticas sociales sectoriales, que giran más alrededor de la valoración económica de los recursos a utilizar, orientadas por parte de los gobiernos más al control social e ideológico de determinadas comunidades y sus problemáticas que a la solución profunda de las necesidades fundamentales de ellas.

Realmente pensamos y estamos de acuerdo con que “La reducción sostenible de la pobreza requiere que haya un crecimiento equitativo, pero también requiere que los pobres tengan poder político. La mejor manera de conseguirlo de manera coherente con los objetivos del desarrollo humano es erigir formas firmes y profundas de gobernabilidad democrática en todos los niveles de la sociedad”. (PNUD Informe de desarrollo humano 2002)

Estas son circunstancias fundamentales en que se ha de desenvolver el trabajador social hoy. Es posible que se mencionen problemas como el narcotráfico, la violencia en sus diferentes formas y espacios de expresión, la violación del derecho a la vida, las limitaciones a derechos fundamentales como las libertades políticas, de conciencia, de expresión, del libre desarrollo de la personalidad, la delincuencia común, la drogadicción, etc. Pero estos problemas y otros con expresiones individuales y colectivas que no mencionamos porque posiblemente este espacio no alcanzaría, tienen su origen en la dependencia espiritual casi absoluta de la búsqueda de los bienes materiales y de la propiedad privada, mencionada arriba.

El trabajador social necesita, antes que la lástima y el pesar que le despierta la situación en la que viven los sectores más vulnerables (expresión que reconoce la inseguridad económica, social, intelectual y espiritual de quizás todos los seres humanos en el seno de la sociedad capitalista), debe tomar conciencia de sí mismo frente a su propia realidad personal, colectiva, social, de género, generacional, étnica, histórica, para identificar y, sobre todo, comprender todas y cada una de las acciones que adelante en el desarrollo de su profesión, en pro no solamente de sí mismo y/o su grupo, sino fundamentalmente del ser humano y, a través de ello, de la naturaleza.

Hoy observamos como en vastos sectores de los estudiantes y de profesionales, no sólo de Trabajo Social sino de otras profesiones, la motivación fundamental es la de conseguir medios individuales de subsistencia (colocación laboral, dinero, bienes materiales) y de lo que se entiende por felicidad que gira alrededor del mínimo de afectividad (placer, diversión, fama, poder, de manera individual, egocéntrica), desconociendo que la no búsqueda del bienestar general del ser humano es seguir facilitando las condiciones que tienen en peligro la existencia del hombre mismo y desde ese riesgo la naturaleza.

De lo expuesto se desprende que la labor del Trabajador Social es fundamentalmente educativa, formativa, política, ética. Orientada a la potenciación de la conciencia de los integrantes de las comunidades de las que hace parte ideológicamente, creando las condiciones para que sus miembros se motiven al conocimiento de su realidad, de sí mismos, de su situación e importancia dentro de las actividades que realiza el hombre, se organicen y de manera consciente incidan políticamente en la búsqueda de su reconocimiento social como seres humanos y lo que ello implica, condición indispensable para alcanzar la solución de los problemas que los aquejan.

Hacemos énfasis en la pertenencia política e ideológica en el Trabajador Social como lo fundamental. Que se traduce en la comprensión de su presencia en una comunidad determinada en correspondencia con los niveles de autoconocimiento, autovaloración y autoconciencia elaborados individualmente como forma básica de su autorrealización social. O sea, entrega voluntaria, no presionada por necesidades materiales, salariales, de poder individual, etc.

El Trabajador Social debe facilitar las posibilidades (experiencias de aprendizaje) cognoscitivas, valorativas y volitivas a las comunidades con las que interactúa, para que superen las concepciones que los mantienen dependiendo de fuerzas externas a ellos mismos. Considerando al estado y sus integrantes, por ejemplo, como entes situados más allá de la realidad, como una especie de totalidad absoluta que produce, da y limita todo. En muchos casos desde la voluntad divina. Esta concepción se deriva de las creencias características de la épocas más primitivas de la existencia humana, en las que era poco lo que podía comprender el hombre de su realidad, por las mismas condiciones en que estaba. Lo cual se traduce en miedo, reverencia y aceptación a todo lo que implicaba para ellos niveles de autoridad. Al estudiar la historia de la humanidad observamos como este elemento se convirtió en fuente de poder para los sectores dominantes en todas las épocas. Inclusive hoy para todo el o los que desean dominar en un espacio social determinado.

La labor del Trabajador Social ha de expresarse en la creación de espacios de participación permanentes, que faciliten el dar a conocer las interpretaciones y elaboraciones que cada miembro de la comunidad haga de los problemas sociales, de la historia local, del país y del mundo, así como de sus experiencias y reflexiones, como parte del contexto en que están inmersos y de lo que ellos consideran como indispensable en su devenir histórico, propiciando su desarrollo autónomo individual y colectivamente. Valorándolos como su aporte a la construcción social de la realidad.

Ha de promover el estudio, investigación y conocimiento de los problemas sociales en todas sus expresiones, apuntando a la búsqueda de sus raíces y de las posibles consecuencias que se podrían derivar de las propuestas que se hacen para su solución. Creando las condiciones de diálogo y reflexión en la comunidad, que lleve a la construcción y asunción de un concepto de problema social, que supere el énfasis en lo negativo, en los obstáculos, valorándolo desde las posibilidades de solución que tiene, desde la comprensión adecuada, profunda que se haga de él, de su naturaleza, de la coyuntura política, de la correlación de fuerzas, etc.

Todo lo expuesto nos sitúa frente a una tarea fundamental para el Trabajador Social, que consiste en colaborar en el proceso de apropiación de los elementos esenciales que identifique la cultura propia y de la comunidad en la que se encuentra, correlacionándola con los conocimientos y experiencias culturales provenientes de otras partes del país y del mundo. O sea aprendiendo, actuando desde sus propias necesidades.

Para él la cultura ha de ser considerada como el proceso de edificación que cada ser humano realiza sobre el medio ambiente, en su situación individual y/o grupal, en sus posibilidades, su quehacer histórico. Su identificación, argumentación y asunción, es condición indispensable para que, principalmente, las personas naturales y habitantes de un lugar u otras, sean conscientes de su papel, recuperen y desarrollen su identidad, creen las condiciones para luchar y alcanzar su reconocimiento como seres humanos, colaborando en la solución de los Problemas Sociales en un contexto histórico cultural determinado.


Elaborado por Jairo José Castañeda Gutiérrez
Correo electrónico laluzdelposte@gmail.com