Sólo el estudio, la investigación, el diálogo y la reflexión sobre la vida del hombre en todas sus dimensiones nos acerca a la verdad.

lunes, 18 de julio de 2011

ALGO ACERCA DE LA VIDA HOY

ALGO ACERCA DE LA VIDA HOY

Elaborado por: Jairo José Castañeda Gutiérrez

Correo Electrónico:laluzdelposte@gmail.com


He estado observando el comportamiento de algunos jóvenes al acompañar a miembros de su gallada a su última morada. Casi siempre han sido alumnos míos. Llama mucho la atención el grado de unidad y solidaridad que se manifiesta entre ellos en esos momentos.

También llama poderosamente la atención la actitud de algunos adultos, la cual se caracteriza, la mayoría de las veces, por ser excluyente, acusadora, tendiendo a no valorar, a no extraer significaciones positivas de las acciones de vida de los jóvenes.

Es como si se consideraran con el derecho que les asigna el estar libre de pecados. Atreviéndose no sólo a lanzar la primera piedra, sino todas las que sean necesarias para opacar, desvalorizar y, por qué no, eliminar al joven de que se trate, por atreverse a pensar y ser distinto en su forma de llevar la vida. En el fondo, es eludir el grado de responsabilidad que les asiste en las decisiones de los jóvenes. Al mismo tiempo, es olvidarse de su propia juventud y, en ocasiones, de la manera como ellos imitan o se igualan a los jóvenes de hoy. De ahí términos como catana, cuchi barbie, etc.

Realmente, el hombre es un ser social, interdependiente. Por lo tanto, sus relaciones son interestructurantes. O sea, es de mutuo aporte, de dar y recibir simultáneo, más allá de la conciencia que se posea de ello como sujetos de dicha relación o de los mayores beneficios que reciban unos grupos o clases sociales dominantes, en un contexto histórico – cultural determinado.

Hoy presencié, a mi manera de ver el mundo, uno de esos furibundos ataques lanzados contra los jóvenes. Creo comprenderlo como producto de la frustración que sentía su agente, al analizar el desenlace funesto de la vida de un joven de 22 años. Su intervención fue incoherente, llena más de soberbia que de humildad, más de odio que de amor. Por ninguna parte el perdón. Algo así como un yo te lo dije, cuantas veces te lo advertí, o, como dice la ranchera, por desobediente lo malo te pasó.

Supuestamente era una motivación para que las personas asistentes al templo donde se celebraban las exequias del mencionado joven, comprendieran el sentido de dicha ceremonia. Pero fue levantar su dedo acusador en contra de los jóvenes que se alejan del “buen camino”, trazado por lo escrito en la biblia con los sesgos característicos de quienes en dicho templo y en muchas partes la interpretan así. Predominó el lenguaje del castigo de Dios, cosa que nunca he entendido, sobre todo si él, como ser supremo, sentido justo y necesario de todo lo que existe, es promotor y garante de vida.

Sin embargo, observé, como en otras circunstancias parecidas, que el espíritu de unidad, solidaridad, construido por los jóvenes en su convivencia diaria, rompía con el látigo acusador y acompañaba a su semejante en el llanto, al observar por última vez su cadáver. Un llanto sincero, lleno de amor, una expresión incondicional, dándole la razón a la canción interpretada por Alberto Cortes y Facundo Cabral:

“Cuando un amigo se va. Queda un espacio vacío. Que no lo puede llenar, La llegada de otro amigo. Cuando un amigo se va Queda un tizón encendido. Que no se puede apagar, Ni con las aguas de un río”.

Un estallido silencioso, valorado sólo por quienes íbamos en una tónica de vida a dicha ceremonia. Llenos de comprensión por las circunstancias poco comunes, pero normales y, hasta cierto punto características de la vida de muchas muertes hoy.

La juventud es una categoría social supra clase, que más allá de los condicionamientos económicos, sociales y políticos se une, comparte y construye vida, como debe ser en las circunstancias de su desempeño, independientemente de su contacto físico. Su unidad y condición de convivencia es ideológica, expresada en un conjunto de concepciones de vida, a veces contrarias, pero, unidas por la búsqueda de la identidad, cada vez con menos posibilidades, herramientas y contacto material con el adulto.

El adulto, en cualquiera de sus etapas, en la mayoría de los casos, inmerso en atrapar la cada vez más esquiva subsistencia, pierde contacto con el joven desde muy niño, dejándolo casi absolutamente a merced de las intencionalidades abiertas y subliminales que se expresan en las propuestas de vida que se dan a conocer a través de los medios de comunicación masiva, el desarrollo tecnológico, la sociedad de consumo, en últimas, la moral de la propiedad privada y la plusvalía. Traducida en querer y tener cada vez más dinero a cualquier precio, consolidándose los jóvenes como seres individualistas, producto de la misma forma como han crecido.

Pero, a pesar de su aislamiento, el adulto piensa que tiene la autoridad que le da la experiencia y los años, concebida esta desde la verticalidad, característica de nuestra sociedad. Sin preocuparse por la elaboración de juicios y razonamientos de valor que fundamenten sus argumentos, su posición y la necesidad de reconocerle al joven una mayor participación en la vida familiar, escolar, institucional, barrial, social, etc.

A los jóvenes se les cuestiona y rechaza por formar sus propias formas de organización social, de presentación personal, de divertirse, de encontrarse con otros en la vida, a los que considera sus iguales, lo cual es producto, en última instancia, de que sus hogares no son fuego sino frialdad, no son compañía sino soledad. Condición que prima en todos los grupos, estratos y clase que conforman la sociedad. Razón por la cual les resulta fácil encontrarse y considerar a otros sus semejantes, al vivir y comunicarse circunstancias parecidas.

Pero, es posible que muchos adultos también se encuentren en condiciones semejantes. Al no comprender las relaciones que han llevado personal, familiar y socialmente, así como la lógica y enriquecedora soledad característica de ciertas etapas de su vida, recurren a vincularse a grupos religiosos y sociales, donde se encuentran con personas en condiciones personales y afectivas cercanas, apropiándose de posiciones radicales, unilaterales, verticales, con las que se sienten a gusto, encontrando espacios para considerarse en “caminos correctos”, desde los que les es fácil cuestionar y condenar.

Todo esto lleva a la borrachera colectiva y a las adicciones que caracterizan a gran parte de los diferentes grupos, clases y sectores sociales que conforman hoy nuestra sociedad. Dinero, propiedad privada, poder, ganancia absoluta (plusvalía), fama, placer, individualismo y otros, son constituyentes de un coctel que en diferentes magnitudes se mezclan y producen resultados agradables para unos, desagradables para otros, de acuerdo a como se conciban y caractericen, pero, en el fondo, son formas de vivir y de buscar la felicidad que hay que sopesar como parte del futuro de la humanidad. Hacen parte, en diferentes proporciones, de la realidad psicológica de la mayoría de las personas, lo cual significa que son hechos culturales supra clases, con miles de años de existencia. Por lo que la sindicación, imputación acusación, condena y eliminación, de lo seres humanos que los practiquen, no serán nunca solución.

En síntesis, hay que valorar la situación actual de la sociedad. Extraerle las significaciones socialmente positivas que tienen las diferentes formas e intentos de búsqueda de felicidad que identifican a cada grupo social y a cada persona, si de veras estamos empeñados en construir una nueva sociedad. Esta ha de nacer de lo ella es hoy. Ha de retomar lo mejor de cada experiencia humana, aunque, por la ignorancia o los escasos saberes que se tengan al respecto, se menosprecien.

Sólo el estudio, la investigación, el diálogo y la reflexión sobre la vida del hombre en todas sus dimensiones nos acercará la verdad, que es una construcción social, plural y diversa, que nos ayudará a comprender mejor la realidad personal y social.

Jairo José Castañeda Gutiérrez