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domingo, 24 de junio de 2007

HACIA OTRA VISIÓN DE LOS PROBLEMAS SOCIALES

ELABORADO POR JAIRO J CASTAÑEDA GUTIÉRREZ
Correo electrónico: laluzdelposte@gmail.com

Se entiende por problema, toda contradicción, exigencia o esfuerzo que debe hacer el hombre, como sujeto de su propia realización, en su relación con la naturaleza, sus semejantes o consigo mismo, para transformar la realidad de la que hace parte, transformarse, producirse a sí mismo subjetivamente y, en última instancia, satisfacer sus necesidades fundamentales. Este hecho ha sido característico durante toda su existencia como ser histórico.

Los problemas son propios de la existencia humana. No necesariamente son expresiones negativas. En esencia son propulsores de movimiento, desarrollo, progreso. Esto dependiendo de la concepción ideológica, política y teórica que tenga quien lo vive o detecta, así como de su capacidad de percepción, de sus estructuras mentales, en el marco de las condiciones materiales (históricas, sociales, científico-técnicas), que el hombre en su desarrollo ha podido crear, en cada período determinado de su existencia.

Tradicionalmente, se ha entendido por problema sólo a la oposición entre dos o más fuerzas, elementos, personas o grupos sociales, que en muchos casos ha llegado al antagonismo. Haciendo énfasis en lo negativo de dicha oposición o enfrentamiento. Casi siempre se ha orientado hacia uno u otro extremo de la contradicción, en la búsqueda de un ganador o perdedor. Pretendiendo el vencedor (casi siempre el que detenta el poder económico y político) anular al opositor o vencido. De hecho en la gran mayoría acontecimientos de la historia humana lo ha logrado.

Esto ha sido así en correspondencia con las estructuras sociales que el hombre ha desarrollado históricamente, desde la descomposición de la Comunidad Primitiva, y la aparición de la propiedad privada hasta hoy en el apogeo de la globalización como etapa que caracteriza al capitalismo en la actualidad. Este proceso, el surgimiento de la propiedad privada y las clases sociales, aunque fue progresivo para el desarrollo humano en su surgimiento, crecimiento y plenitud, en la medida en que impulsó el desarrollo económico, científico, tecnológico y fue mostrando los niveles de vida que el ser humano podía ir logrando. En el fondo, en la medida en que sus frutos se fueron concentrando más y más en unos pocos, facilitó la comprensión y consolidación en el ser humano de una posición ideológica egoísta, individualista, que ha llevado a los niveles de exclusión, salvajismo, violencia, intolerancia e indolencia a que se ha llegado hoy.

También se ha considerado problema a todo tipo de dificultad encontrada, discrepancia o insatisfacción que tiene o siente el ser humano en el marco de la situación en que se desenvuelve. O sea, cuando se habla de problema, se le ha asociado principalmente con lo negativo, con lo que obstaculiza el avance de la vida humana. Todas estas definiciones están ligadas a las limitaciones teóricas, de comprensión y proyección del individuo y la sociedad frente a su realidad. Lo que no niega el grado de adelanto en el conocimiento que se ha logrado en cada época histórica.

Estas limitaciones están determinadas, por un lado por las intencionalidades materiales, que hasta hoy han caracterizado la búsqueda de soluciones, de nuevas y mejores situaciones de vida en la existencia humana. Por otro lado, la manera como la misma realidad se muestra, caracterizada por su movimiento incesante, dándose a conocer de forma gradual, nunca definitivamente y acabada.
Aunque antes de hacer algo, de dar cualquier paso, el ser humano lo piensa o elabora mentalmente, presentando el resultado como algo que ya tenía existencia ideal, este pensamiento se encuentra preñado, casi en lo absoluto, en la mayoría de los casos, de la existencia material, de lo externo a él.

Cada día que pasa, es más creciente la tendencia a depender de elementos materiales que no responden a su voluntad conciente como ser social. En tanto debe amoldarse o adecuarse a lo que encuentra. De ahí que esté sujeto no a niveles de planeación colectiva, social, conciente, sino a planeaciones individuales y/o grupales que persiguen intereses o satisfacciones para los que la realizan, desconociendo la participación del resto de la sociedad. De esa manera, lo que sigue estando seguro es el caos y la concentración de poder y riquezas en quien más fuerza aglutina, sin tener en cuenta leyes sociales, que en última instancia, son parte constitutiva, como continuación dialéctica de las leyes naturales y universales, en cada contexto en que se mueva el ser humano, independientemente de su situación.

De esta forma, la economía que debería responder de manera racional a la percepción, elección y planeación de acciones que él hiciese para satisfacer sus necesidades básicas, como ser social, termina marcándole la pauta al hombre, como si ella tuviese vida propia y determinara en sí misma el libre juego de la oferta y la demanda, respondiendo, en última instancia, al querer individual de cada capitalista o del grupo de ellos que trata de controlar el mercado, atiborrándolo y determinando el desperdicio de una gran cantidad de fuerzas productivas, así como de las posibilidades de vinculación directa de grandes sectores de la población a los procesos productivos, lo que los obliga a ser parte de la economía informal, propiciando las condiciones para que se generen posiciones ideológicas cada vez más individualistas, egoístas, en última instancia, lumpezcas que acrecientan y agudizan los niveles de enfrentamiento social.

En estas circunstancias, cuando se logra cierto grado de solidaridad, es hasta donde cada quien necesita del otro para conseguir lo que necesita. Cuando cada quien va logrando lo que busca, vuelve a manifestarse en niveles más profundos quizás, el individualismo. Esto en nuestro país es altamente notable. “Aparte de la indigencia, pobreza y marginación que implica una condición tan desaventajada, hoy el 60 por ciento de la población económicamente activa del país no ha ingresado a la economía formal; es decir, esta población busca desarrollar algunas de sus capacidades y habilidades en condiciones de extrema precariedad, que le impide aprovechar sus potencialidades y obviamente garantizar unos ingresos que le permitan alcanzar mejores condiciones de vida en el futuro. En estas circunstancias, la sociedad colombiana está desperdiciando una altísima proporción de su capital humano, físico y medioambiental para generar riqueza colectiva como una de las condiciones necesarias para avanzar en la inclusión social. Una sociedad que no construye un proyecto colectivo y una riqueza social, evidentemente no logra garantizar unos estándares razonables de bienestar para la gran mayoría de su población”. (Garay 2002).

En esencia, lo inmediato, lo superficial determina las reflexiones del ser humano, predominando en ellas la búsqueda de la subsistencia. Por ello, es más fácil antagonizar, hacer oposición como sinónimo de exclusión, sin valorar y/o reconocer lo que el otro hace, expresa y/o aporta.

Cuando se habla de voluntad conciente nos referimos a la capacidad de decisión, elección, disposición, intención profunda, presente en los niveles de atención, de búsqueda, de recolección de información, de investigación, de reflexión, de elaboración de conocimientos, que son condición indispensable para la realización de acciones que han de conducir al progreso, no sólo del individuo, sino, fundamentalmente de la comunidad, de la sociedad, del contexto singular y universal en que se está inscrito.

Todo paso que el hombre da y/o debe dar es problema. En tanto exige unos niveles de pensamiento, indagación, reflexión teórica y de materialización, que han de aportar soluciones, de acuerdo a la mayor o menor aproximación que tiene de las necesidades de la realidad en que está inscrito, de la identificación y estudio de esa situación problemática, así como de los intereses que se juegan en el proceso de interrelación social que se establece entre los seres humanos involucrados.

En este sentido, el que un problema sea simple o complejo, lo determina no sólo su naturaleza interna, sino, fundamentalmente, la estructuración ideológica, política y cognoscitiva, del hombre como sujeto consciente y participante en él. De tal manera, que entre más exigente sea la problemática enfrentada, más voluntad consciente, más atención y mayor preparación teórico científica necesita la persona que participa en él, en la búsqueda de las soluciones que él exija pertinentes.

Lo ideológico, como conjunto de principios, producto de la experiencia y de la reflexión que se da en la participación activa o pasiva del individuo en el marco de la clase o grupo social del que hace parte y de la sociedad en que está inscrito, da razón de la conducta del sujeto, a veces sin explicitarlo claramente o sin ser consciente de ello. En este sentido se manifiestan antipatías o simpatías por ideas, hechos, personas, grupos sociales, estilos de vida, que la gran mayoría de las veces no corresponden ni con la ubicación socioeconómica que se tiene, ni con las necesidades históricas del momento o período, de acuerdo a lo que sería pugnar por el desarrollo humano de la sociedad. Lógicamente, toda esta serie de comportamientos y actitudes, hacen parte de los elementos culturales dominantes o no de la sociedad local, nacional o mundial.

Lo político, es el proceso de orientación de vida en el sentido que se propone una persona, un grupo o clase social o el Estado como ente jurídico e ideológico situado históricamente. Posición que se asume frente a una realidad, expresada en unas relaciones sociales de propiedad, producción distribución y consumo, que definen la situación de vida individual y colectiva de los miembros de una sociedad determinada. En este aspecto, lo básico, es la definición individual o grupal frente a si se considera propietario o no de tierras, maquinaria, espacios de producción, etc. Y la consiguiente postura ideológica ante esos bienes, conciliadora o antagónica ante los que poseen menos o no poseen propiedades.

Por lo que su subsistencia, vida económica y social, depende de la posesión de dichos bienes. Esta posición puede ser de apego absoluto, dependencia de lo material, característica de poseedores y desposeídos, o puede ser una posición racional de identificación, cuidado y desarrollo del papel que pueden jugar los bienes materiales en la vida del hombre, o puede ser una postura extrema de rechazo absoluto de lo material, o de considerar indispensables algunos aspectos materiales y otros no, etc.

Lo anterior indica que desde la aparición de la propiedad privada, las relaciones sociales y, por ende, el enfrentar conjunto de los problemas sociales, tuvo otro carácter. Pues de la posición de apego, defensa, dependencia absoluta o lo contrario, que se sienta, que se experimente, deseé y guíe la vida del individuo o el grupo social o al Estado, dependerá su intervención radical o no en la solución de los problemas y, por ende el grado de agudización de ellos y su conversión en conflictos, casi irreversibles, irreconciliables, que conllevan a posiciones sumamente violentas.

Desde este ángulo, lo ideológico y lo político, son parte sustancial de los problemas sociales, en tanto irradian percepciones u orientaciones que han de guiar al individuo o a los grupos sociales, al Estado mismo, a enfrentar una situación social, singular, particular o universal, en el espacio en se esté moviendo, en un momento histórico determinado.

PROBLEMA Y CONFLICTO
En esencia, el conflicto es lo mismo que el problema. Las mismas connotaciones tradicionalmente válidas para conceptuar problemas están vigentes para los conflictos. Metodológicamente, atenderemos una diferenciación, tendiente a calificar como conflicto, la fase antagónica irreconciliable de los problemas sociales. Aquella en que las partes, los sujetos, toman conciencia de su papel en la resolución de la situación, desde el paradigma de conocimiento, y la perspectiva ideológica y política que los identifica y determina, propiciando enfrentamientos que van atravesando por etapas que tienden a agudizarse, en tanto, las condiciones materiales, ideológicas y políticas que lo crearon, no cambian hacia el objetivo fundamental que motiva a cada uno de sus agentes protagonistas.

El conflicto, en tanto proceso de toma de conciencia de las contradicciones o problemas que enfrenta el hombre en su vida y forma de actuar de acuerdo al grado de comprensión y de apropiación que se tiene de dicha situación, es consustancial e inevitable en toda su existencia. Es así como la vida misma del hombre encierra un conjunto de exigencias o contradicciones a las que él debe responder, constituyendo el eje de sus actividades.

En un comienzo el enfrentamiento del hombre es con la naturaleza. No sólo como exterioridad, sino fundamentalmente como interioridad, en tanto le corresponde controlar y regular su intercambio de fuerzas con la naturaleza fuera de él, con sus semejantes y, fundamentalmente, el dominio de su sí mismo, que implica ir más allá de sus propias percepciones, apetitos y deseos. Todo esto es conflicto, en la medida en que requiere análisis, reflexión constante y, sobre todo, el desarrollo de niveles cada vez más altos de voluntad conciente, que le permitan tomar decisiones más acertadas. Esto le ha sucedido al ser humano en toda su existencia, lo ha caracterizado.

En el plano de sus relaciones sociales con sus semejantes, se establecen nexos indispensables, necesarios, alrededor de la actividad productiva, la cual es fundamental, imperativa, determinante, en última instancia, de sus medios de existencia. Sin la cual el hombre no tendría los bienes materiales, el desarrollo tecnológico, ni prestaría los servicios que su vida precisa y mucho menos, desarrollaría los niveles de conceptualización y de elaboración de conocimientos imprescindibles en su interés por dominar cada día más la naturaleza, que lo incluye a sí mismo.
El sólo hecho de pensar en relaciones sociales, significa enfrentar niveles de conflicto, a partir de los diferentes grados de conocimiento, valoración, empatía, afectividad, emociones, de y hacia cada ser humano con el que se interactúa, cualquiera que fuese el campo de su acción, espiritual o material. Esto en la medida en que las relaciones entre las personas son interestructurantes, o sea, cada quien le aporta al proceso, al otro, conciente o inconcientemente desde lo que es. Lo que significa, que desde el paradigma de vida, desde los conocimientos, los intereses de cada quien, se desarrollan acciones, las cuales serán más fructíferas, en la medida en que se renuncie concientemente, al máximo, a la individualidad en pro del otro, de la colectividad, de la humanidad. Lo cual no significa olvidarse de la identidad personal, que encierra y expresa lo que el individuo es como ser social, género, generación, etnia, colectividad, cultura en cada uno de los roles que desempeñe en la sociedad.

Realmente el desarrollo capitalista arroja día a día más y más personas a la pobreza. En la medida en que los medios de producción y el producto del trabajo, en cuya elaboración participan las mayorías, se concentran en pocas manos, se va incrementando la injusticia social, los pobres son cada día más. Al mismo tiempo, se van generando las condiciones sociales objetivas o materiales para que los niveles de solidaridad entre los que sufren la injusticia social sean mayores, en tanto se comparten grados de miseria material más profundos.

Sin embargo en términos ideológicos y políticos la posición predominante en ellos, es la búsqueda de la oportunidad que permita su participación en esos procesos de concentración de medios de producción y de riquezas por cualquier medio posible. Generando las condiciones subjetivas, no para la cooperación, la organización social y el actuar conjunto en contra de la injusticia y la exclusión social, sino para la corrupción, lo ilícito, la satisfacción individual. Si analizamos dialécticamente esta situación, el no poseer bienes materiales debería facilitar la necesidad de no depender de ellos. La comprensión de cual es su lugar en la existencia humana.
El identificar los elementos materiales indispensables para vivir, buscando superar la conceptualización predominante en la sociedad capitalista de consumo que sitúa como necesario lo superfluo, aún por encima de lo, en última instancia, determinante. Simultáneamente comprender lo nocivo que para la existencia humana ha sido el depender ideológicamente de la búsqueda de bienes materiales y como el futuro del ser humano, en lo que a su estabilidad volitiva, valorativa, ideológica, está ligada a una autoconciencia social, en la que prevalezca el conocimiento de sí mismo y de los necesarios niveles de ínterestructuración de todos los individuos, en la búsqueda de la solución social, colectiva de los problemas y/o conflictos.

Esto exige unos niveles de racionalidad y una disposición individual y colectiva más profundos que los predominantes en la generalidad de los seres humanos que padecen la injusticia social. Lo cual no niega la posibilidad y la necesidad de transformar esta situación.

Todo esto es conflicto. En sí no es sólo negativo. Es un proceso positivo, natural en la vida del hombre. Obedece a una etapa del desarrollo histórico llamada a ser superada. El considerar los conflictos solamente negativos, está ligado a la no comprensión profunda de las razones de su existencia. La salida no es, en consecuencia, la supresión absoluta de ellos, lo cual es una utopía. La búsqueda debe ser la construcción de una sociedad que tenga mejores conflictos y, sobre todo, que aprenda a manejarlos.

Esto, quiera reconocerse o no, es el norte hacia el que marcha el ser humano. Hacia allá apuntan, inconcientemente muchos de sus actos, aunque desde la certeza individual, haga lo contrario, demostrando desconocimiento de hacia adonde conducen sus propias acciones.

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Este trabajo se publicó en Cd como parte de las memorias del primer encuentro de docentes del programa de Trabajo Social de La Universidad De La Guajira Extensión Maicao, que se desarrolló el 6 de diciembre del 2006

En lo fundamental, hace parte del Módulo de Problema Social del Segundo Semestre del Programa de Trabajo Social La Universidad de La Guajira, Extensión Maicao, elaborado por el autor de este escrito en el año 2005.




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